Año ’88, estoy casi seguro que fue esa fecha. Todavía no había llegado la hiper y se vivían los últimos coletazos de ese renacer de los clubes luego de la dictadura. Allá en Berazategui también estaba con mucho empuje la nueva Asociación Quilmeña de Básquet, tal vez alguien me cuente o recuerde su nacimiento, como un desprendimiento de la Asociación de Esteban Echeverría, o por algún otro motivo que a los 8 años ni conocíamos ni nos interesaba. La Liga Nacional era una sensación, pero los Campeonatos Nacionales y la importancia de competir contra equipos de la Federación Metropolitana (hoy FEBAMBA) todavía convocaba a gimnasios repletos de público en cada encuentro de la Primera.
Los partidos solían jugarse los días jueves o viernes, ya que el sábado era la tira de inferiores del masculino y el domingo del femenino. Un corte en la semana que implicaba comer algo del buffet del club, o comprar a la salida del partido. El deporte no era solo lo que sucedía alrededor del rectángulo, sino todo un movimiento alrededor que revivía las noches de entresemana en esta ciudad del tercer cordón del Conurbano.
Aún no había explotado la desocupación, las desigualdades económicas existían pero no eran tan violentas como las que fueron cobrando forma a mediados de los años ’90. Alrededor del club se constituía una comunidad, donde el tema común era el básquet, pero de lo que se trataba fundamentalmente, para los más pibes, nuestra segunda casa, y para las familias en general, un espacio clave de intercambio, socialización, proyectos colectivos y claro está, alguna que otra disputa por el sentido y destino de las cosas.
Alguno de los que esté en la foto de portada sabrá que fue lo que originó aquel famoso “Torneo con Refuerzos”, seguramente los recursos de los clubes lo hizo posible, pero más allá de las razones, a nuestro club de barrio habían venido jugadores de esos que salían en las revistas especializadas de la época. Al club llegaron dos, Guillermo Marín (estoy casi seguro que se trataba de él) y Darnell Fletcher, sí, un yankee que había jugado unos 20 partidos en la Cal State en Fullerton, California, y que en nuestro país estaba fichado para el Club Temperley. Marín estuvo poco, ya que sufrió una lesión. Años después supe que su reemplazo fue el gran Rafael Liguori, quien en ese entonces era un lunguito de 18 o 19 años, y años más tarde, algo así como un hermano mayor cuando tuve la suerte de competir como juvenil en los Torneos Regionales.
En otro capítulo hablaré del Rafa, pero vamos a centrarnos en nuestro primer (en mi caso particular, el único que tuve) ídolo. Darnell tendría 22 o 23 años, no mucho más, rondaba el metro noventa, negro como un carbón, afeitado su cuero cabellado de manera impecable, al estilo Michael. Tiraba como si fuese a través de un tubo: saliendo de cortinas, a la carrera, a pie firme, en movimiento mientras dribeabla, desde 8 metros. En un torneo que termino ganándolo el clásico rival de esa época, el club Villa España, Darnell supo meter 35 puntos sólo en un segundo tiempo. Para nosotros, con 7 y 8 años, era como tener a la NBA en nuestro club. Pero no sólo para los más chicos. La fiebre por acompañar a este equipo se vivía durante toda la semana, con familias y socios del club que se quedaban a ver los entrenamientos, con partidos a cancha llena, pero tan llena que nos teníamos que sentar en el piso casi pegados a la línea porque no había más lugar.
Darnell no podía andar tranquilo por el club, cada vez que llegaba, éramos unos cuantos los que lo seguíamos por donde iba, le queríamos alcanzar la pelota si por algún motivo erraba algún tiro o escucharle algún “gracias” en media lengua española. No quiero ser injusto con el resto de los muchachos de ese equipo. Fernando Toral era un base que si no me equivoco superaba el metro ochenta y cinco, algo no muy común en esa época, que tenía un juego completo; su hermano Fede, que seguramente hoy lo conocen por sus transmisiones deportivas, era (y seguro, si le pasas una naranja, sigue siéndolo) poseedor de un tiro tan efectivo como estéticamente bello. El Bachi Rodríguez, de los tipos más pensantes que vi jugar, casi nunca cometía errores; el Leche Gustavo Médica, con su medio gancho; nuestro maestro Hugo Marino, que era capaz de motivar hasta una piedra para que se mueva; y hasta nuestro querido Claudio, asistente de lujo.
Esos meses fueron tan intensos, que la Sub Comisión de Básquet se organizó para viajar a ver los partidos en los que Darnell jugaba para Temperley. Tal vez no lo dimensionen, pero imagínense la secuencia: está por empezar un partido y caen un par de micros con público que no es del club, que va a alentar a un jugador, tanto de local como de visitante, jugadores y público presente preguntándose quiénes serían, para nosotros, toda una aventura. Tal vez el momento más extremo se vivió cuando la banda del Club Deportivo Berazategui viajó a La Plata para llenar la tribuna de Estudiantes que recibía al Celeste: papelitos, una matraca gigante y ensordecedora, una pasión generada no sólo por la decisión de un club de participar de un torneo con refuerzos profesionales, sino porque se habían dado las condiciones fundamentales, con una comunidad que se organizaba en torno a su institución, su club. Si para nosotros fue edificar un ídolo, para nuestros padres fue la oportunidad de construir nuevos vínculos y amistades, de ampliar sus redes, de madurar y de vivir el impacto que, en las vidas cotidianas, puede tener sentirse parte de un colectivo.
P/D: Hace unas semanas Fernando Marino publicó un hermoso post en homenaje al cumple de Hugo (su papá y nuestro entrenador) y le tomé el crédito de la foto, en una época donde el registro fotográfico y audiovisual era escaso.
Un gran y emotivo esfuerzo, me acuerdo q con Pirulo llevabamos con el auto a Darnel hasta Temperley, a la madrugada despues de los asados en el quincho del club, y el negro se hacia unas 200 flexiones para traspirar la cerbeza, podria estar horas recordando, que alegria que tengo recordando, gracias
Un esfuerzo impresionante, que se basó en que se había construido un gran grupo de trabajo que logró que eso sea posible.