#02 El minibásquet es amistad (I)

Yo no se que les pasará a ustedes, pero recordar la infancia, y sobre todo esos primeros años de escuela primaria se me hace casi imposible si no es con alguien con quien compartí esos momentos. Y claro está, de tanto contarse las historias ya no sabemos si recordamos lo vivido o lo relatado colectivamente.

El primer año de la Escuela de Básquet, o cómo le decíamos “escuelita” comenzó con Fernando Van Damme como profe. Supongo que es algo normal en todos los espacios, ahora de grandes se vive distinto, pero se vivía una especie de encantamiento, en la que cada práctica se aprendía algo nuevo que tratábamos de seguir haciendo en casa o donde fuese.

Como adelantaba al inicio de este posteo, se hará el intento de reconstruir una experiencia vívida a partir de fragmentos de recuerdos, situación que dice más de cómo percibía lo vivido que de lo realmente ocurrido.

Con el inicio del entrenamiento a las 17hs puntual, se hacía complejo para quienes salíamos del primer grado a la misma hora en el turno tarde. Por suerte sólo 400 metros separaban la puerta de la escuela de las escalinatas del Club Deportivo Berazategui, tiempo suficiente para merendar en el camino, pero siempre diez minutos más tarde que la mayoría de los compañeros, que iban a la escuela de mañana y desde 16.30 ya andaban por el club.

Salir casi corriendo de la escuela y llegar siempre 10 minutos más tarde, a las 17hs puntual arrancaba el entrenamiento y las 4 cuadras se hacían eternas. La mayoría de los compañeros iban a la escuela de mañana, con lo que siempre estaban un rato antes peloteando y tirando al aro. Hoy todavía no tengo muy en claro si valía la pena dormir hasta las 9 de la mañana o levantarse a las 7 y tener unos minutos más de la cancha en el club. Más allá de estos detalles, lunes, miércoles y viernes era cita obligada para nosotros y para nuestros padres que nos esperaban.

La cancha, para quienes conocen el parqué flotante, era de mosaico, poroso, que se limpiaba con un escobillón que tenía aserrín y humedecido en querosén. Solía estar despintada. El primer partido que recuerdo era un amistoso mixto de la escuelita, previo a la tira de mini básquet, en una época donde arrancaban los Pre mini y terminaban los Juveniles (hoy U19) por la noche. Salto inicial, tomar la pelota y arrancar con todo para el aro… que nos tocaba defender, una impecable bandeja en contra que me acompañó en la vergüenza un par de años, casi como la sensación del sueño de quedar en ropa interior frente a un auditorio.

Era un época donde el consumo de básquet era a través de revistas, con lo cuál para un niño de 7 años, los modelos e ídolos pasaban por lo que vivíamos en club. Queríamos jugar como los Pre Mini, los de 12 años nos parecían grosos y ya de Infantil para arriba eran casi ídolos. Fueron años de construcción de grupo, de amistades, de la mano de aprender las habilidades básicas: todos sabíamos picar la pelota con ambas manos, realizar pases de pecho y de pique y tirar bandejas tanto con izquierda como con derecha, estábamos esperando crecer para que a los 8 años nos pudiesen federar.

La construcción del grupo no sólo era con los chicos, sino sumando a los padres en la gestión de actividades. Un momento particular de la historia de nuestro país, plena primavera post dictadura, vuelta de la gente a vincularse a sociedades de fomento, clubes, tal vez el último espasmo previo a la oscuridad que se avecinaba con la tormenta neoliberal. Entre estas actividades que promovían la articulación de una subcomisión de Básquet se realizó una salida de todo el mini básquet al predio de la Reginald Lee en Ranelagh. Con siete años, claramente la memoria se compone de algunas postales que necesariamente se construyen en historia con el aporte de la banda que participamos ese día. Ese día pintó futbol en cancha de 11 jugadores, de césped, donde los muchachos de 12 y 13 años jugaban mientras los pequeños molestábamos corriendo en un campo que nos parecía gigante. Ni hablar si nos tocaba cabecear cuando sacaba el arquero o algún defensor rechazaba.

Se iba el año 1987 y se acercaba el inicio de la participación en el equipo de Pre mini, la llegada de Hugo Marino como entrenador y incluso nuestro primer ídolo, un tal Darnell Fletcher.

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